Primavera Sound 2013. Día 1

Jueves 23 de mayo. Barcelona. Parc del Fòrum. Primavera sound 2013. Día 1.

A pesar de asistir a  los conciertos de El inquilino comunista, Poolside y Wild nothing no recuerdo nada de ellos, no porque estuviera alcoholizado ya a las seis de la tarde sino porque fueron insípidos e inocuos. El primer concierto al que asisto con interés es el de Neko Case, encantadora tanto en el trato con el público, fue su primera incursión en tierras ibéricas y estuvo muy parlanchina, como en lo musical, con esa voz y esos cabellos rojos sólo te puedes quedar hechizado. Finalizando el concierto desde el público se escuchó «Hold on!!» y Neko asintió para inmediatamente asir su guitarra SG blanca de cuatro cuerdas y deleitarnos con esa maravillosa canción. Vuelve cuando quieras.

 primavera sound Día 1

La siguiente visita, era paso obligado, los australianos Tame Impala cruzaron de hemisferio para recalar por primera vez en el Primavera y por la cantidad de público fue uno de los conciertos más esperados. Y no defraudaron, fue soberbio incluso con el cambio inesperado de bajista. Además el apoyo visual con imágemes psicodélicas lanzadas al son de los punteos de Kevin Parker y su Rickenbacker hicieron la experiencia más placentera. Tocaron todos los hits de «Lonerism»: «Keep on lying», «Feels like…», «Elephant», etc y sonaron perfectos, con alguna locura instrumental intercalada. Es genial como un proyecto personal de estudio se puede llevar al directo con una banda de 6 músicos y sonar tan exquisitamente conjuntado y tan ajustado al sonido propio de Parker.

Desde el escenario Mordor al Vice hay diez o quince minutos a paso tranquilo, son los más alejados de todo el recinto. Esto causó que llegara tarde al comienzo de uno de los conciertos que podían considerarse como una exquisitez escondida porque el álbum de Chris Cohen «Overgrown Path» es una joya de las que el sello Captured Tracks sabe encontrar removiendo Roma con Santiago. Me lo había imaginado sólo en el escenario con una guitarra acústica y tratando de reproducir los sencillos y a la vez melódicos arreglos que adornan el disco. Pero lo que vi fue a Chris Cohen a la batería acompañado por una banda que parecía sacada de un instituto, desgranado las canciones un poco desangeladas por el viento y la falta de pericia instrumental. Tocó las canciones lentas del disco antes de acabar con «Optimistic high» y su tarareo pegadizo y alegre. Tendré que intentar volver a verlo porque el disco lo merece.

En el escenario ATP -relocalizado y falto del carácter que poseía- me esperaba el señor Bob Mould, ya hemos hablado aquí de él, y comenzar un concierto con «the act we act-good idea-changes-hoover dam» es como jugar al póquer con cuatro ases, luego la quinta carta fue su último disco «Silver age» que presentó diciendo que nos iba a «kick your ass». La quinta carta era floja, un cinco de tréboles, busca sonidos cercanos a Sugar, hardcore melódico, él es el padre del invento, pero No age le han adelantado por la izquierda. Bob está en forma a base de recorrer el escenario de arriba a abajo, y toca la guitarra como un virtuoso, así que da gusto verlo.

Ya que estaban al lado me acerqué a ver al fin de concierto de The Postal Service, en el momento justo que entonaban «Such great heights», algarabía y gritos del publico, luego de vuelta a la yinkana crucé el forum para disfrutar de Grizzly Bear y su concierto íntimo, cálido y maduro. Sus canciones llenas de giros en la estructura y recursos instrumentales cercanos al jazz  encadilaron al numeroso público. Un concierto precioso del que me encantaron todas las canciones principalmente de los dos últimos discos, parecía el sorteo de navidad los temas caían como premios gordos, «Yet again» temprano, un segundo premio repartido «Cheerleader», y de gordo el final con «Two weeks» y «Sun in your eyes» apoteósico. La ambientación la pusieron unas lámparas móviles de luz cálida que se movían con la música por todo el escenario. Un fin de jornada elegante y que provoca que te vayas para casa con una sonrisa en la cara y la sensación de haber rentabilizado el precio de todo el abono solo el primer día.

Día 2. Día 3.

Azúcar sueco

Hüsker Dü significa «Recuerdas?» en sueco y es el nombre de un grupo de rock estadounidense formado en los primeros años ochenta y que sale a relucir en todas las tertulias musicales como precursores del rock «alternativo», las comillas implican mi desavenencia con la etiqueta, pero no lo compliquemos más. El trío estaba formado por Greg Norton al bajo, del que nadie se acuerda ya excepto por su bigote. Grant Hart a la batería y a la mitad de las composiciones, los Posies le dedicaron una canción en su «Amazing disgrace», y ha tocado recientemente en la sala sidecar de Barcelona. A la guitarra y la otra mitad de las composiciones, el rollizo Bob Mould.

En la fría Minessota si eras un «wasp» ochentero sólo se podía hacer música como la que hacían estos señores: rabiosa, contundente, nihilista y de corta duración. Si bien la aportación que les hizo diferentes fueron las emergentes melodías en un repertorio hardcore, algo que el mainstream actual ha conseguido fabricar en serie y consigue vender millones de archivos mp3 con ello.

Como todos los grupos con dos cabezas, partieron peras después de varios discos soberbios y poca repercusión en sus coetáneos.

Bob creó entonces Sugar, el libro del que he venido a hablar. Sugar son mucho más accesibles que Hüsker Dü, la primera escucha del «Copper Blue» (rykodisc 1992) te atrapa desde la primera canción y no te suelta hasta la última, no tiene relleno, es un lp o álbum como quieras llamarlo, no lo que se vende ahora: dos singles y relleno. Las guitarras están distorsionadas lo justo para que no sean sucias, riffs pegadizos, mezclas de voces agresivas y melosos estribillos pop, como los Pixies no se parecen en nada al grunge, pero sirvieron de simiente.

Aquí las canciones son largas llegan a los cinco minutos, su siguiente Ep «Beaster» (rykodisc 1993) abunda en la larga duración de las canciones, casi en demasía. También aparecen guitarras acústicas, curiosamente en su tema más aplaudido comercialmente  «If i can´t change your mind»  del que el señor J recuperó unos versos para cantárselos a Brigitte, la sueca.

Dos discos soberbios que, incluso habiendo tenido repercusión mediática y hasta unas buenas ventas, no aparecen en las listas de la mejor música en las revistas críticas, donde si aparecen el «Zen Arcade» de un grupo con nombre sueco, recuerdas?

Los suecos son muy suyos, en el siglo XVII el rey de turno ordenó construir un navío de guerra pantagruélico para darle cera a los polacos en la guerra de los treinta años. El Vasa, el barco más grande de la armada nórdica. El día de su viaje inaugural y tras recorrer menos de una milla náútica, se fue al garete, a pique, dicen que por un mal diseño, un centro de gravedad demasiado alto lo hacía inestable, un exceso de carga mal distribuida lo hizo zozobrar y un poco de oleaje del báltico lo llevó a naufragar, probablemente algún antepasado de Luis Yáñez tenga sangre sueca.

Pues ni cortos ni perezosos 300 años después se les dio a los suecos por reflotar el pecio y restaurarlo para hacer un museo con él, y como a gañanes no les gana nadie, lo colocaron en un recinto cubierto, para lo que tuvieron que escavar un dique seco y construir un enorme galpón del que sobresalen los tres mástiles. Se ha convertido en el museo más visitado de Suecia y está en una de las numerosas islas que conforman la ciudad de Estocolmo. La visita merece la pena.

Bob Mould actuó en el Primaverasound  2008, tocando temas propios de su carrera en solitario y unas pocas canciones de Sugar, cuando sonaron los primeros acordes de «The act we act» unas lagrimillas partieron de mis ojos y llegaron a mi enorme sonrisa.

PD: Gravenhurst tienen una versión preciosa del tema «Diane» de Hüsker Dü, con una letra crudísima y violenta.